comunicación odio fútbol base moderno

Cómo han cambiado los recursos, los valores, la comunicación y el papel de la familia en el fútbol de hoy en día

Llego a este espacio para hablar de deporte, de fútbol. Bueno, de fútbol base para ser más concreto. Y de comunicación, aunque lo normal es ver a periodistas al otro lado, en la grada o a pie de campo, pero no en el banquillo. Acepto la invitación realizada por Rubén Guerrero, aunque no sé muy bien cómo funcionará esta historia, porque, en realidad, creo que odio el fútbol moderno.

Yo crecí jugando con amigos en una plaza de Torremelgarejo. Luego lo cambié por un polideportivo en La Milagrosa y torneos de fútbol sala en La Asunción. Y luego llegaron campos de albero, como el que ya no existe en el colegio de La Pita, o el de Estella del Marqués, por ejemplo. Y eso sin olvidar aquellos entrenamientos en una pradera de Chapín que entonces no se puede comparar a lo que hoy es, aunque quienes hoy la usen consideren que tenga margen de mejora. ¡Cuánto ha cambiado!

En el mejor de los casos un Mikasa duro como una piedra era el balón ideal. Inversión rentable. Indestructible. Eso sí, otra cosa era patearlo y no digo ya darle de cabeza. En otros casos, en los bajos del bloque nos conformábamos con un balón hecho casi trapo y dos porterías pintadas con tiza. Hoy hay incluso balones adaptados a cada categoría, para facilitar el desarrollo y la práctica del juego. No pesan, no arañan en el contacto con la frente…

«Eran otros tiempos, donde la formación era distinta y al final cada equipo y quien estaba al frente hacía lo que podía, lo que estaba de ‘moda’ y lo que habían vivido»

Entonces, si decidías formar parte de un equipo y ‘apuntarte’ para jugar en un club federado, entrenar no era un problema, porque había campos suficientes. Las exigencias para iniciarte en el deporte base tampoco eran las que son actualmente. Y si el equipo en el que querías jugar no estaba junto a la puerta de casa, algo por otro lado hasta lógico, te las ideabas para ir al lugar de entrenamiento, ya fuese en autobús o incluso andando (así ya habías hasta calentado).  

También es cierto que las formas de entrenar eran otras. Los de mi generación recordarán pretemporadas durísimas en el parque de Las Aguilillas de Estella del Marqués. Horas y horas corriendo como si no hubiera otra forma de prepararse. Eran otros tiempos, donde la formación era distinta y al final cada equipo y quien estaba al frente hacía lo que podía, lo que estaba de ‘moda’ y lo que habían vivido. Pero éramos felices. La intención que se ponía entonces era con lo que me quedo. Hoy los esfuerzos se ponen en que el balón esté presente siempre, en todas las áreas entrenables que conlleva la práctica del fútbol, pero en ocasiones tampoco se sabe valorar en su justa medida.

Antaño, los recursos eran escasos, mucho. Pero por lo general los clubes se las ideaban para sobrevivir sin las cuotas obligatorias hoy en día. Tampoco había tantos equipos donde elegir, tanta ‘competencia’. No sé si el crecimiento exponencial de clubes que se da en muchas ciudades se debe al juego de la oferta y la demanda, pero a veces parece complicado que puedan sobrevivir (malvivir) tantas entidades, ante la falta de financiación, por un lado, y la de recursos humanos (jugadores), por otro.

Y hablando de recursos, luego estaba la ropa de juego y entrenamiento. Con suerte, podías disfrutar de unas botas cada temporada, si resistían a la dureza de campos de tierra sin tierra en muchos casos. En la actualidad, con terrenos de juego con césped artificial en mejor o peor estado, donde el calzado no sufre tanto, sorprende ver a jugadores de corta edad estrenando botas cada dos o tres partidos.

Será cosa del fútbol moderno, pero para mí estamos fallando a la hora de comunicar a los jóvenes deportistas muchas cosas. Recuerdo que había un entrenador que nos ‘obligaba’ a llevar las botas limpias el día del partido. Y repito que antes se jugaba en campos que con dos gotas estaban embarrados. Hoy se dan casos en los que no se quiere entrenar en determinadas instalaciones porque se manchan la botas.  

Antaño, los recursos eran escasos, mucho. Pero por lo general los clubes se las ideaban para sobrevivir sin las cuotas obligatorias hoy en día. Tampoco había tantos equipos donde elegir, tanta ‘competencia’. No sé si el crecimiento exponencial de clubes que se da en muchas ciudades se debe al juego de la oferta y la demanda, pero a veces parece complicado que puedan sobrevivir (malvivir) tantas entidades, ante la falta de financiación, por un lado, y la de recursos humanos (jugadores), por otro.

Y hablando de recursos, luego estaba la ropa de juego y entrenamiento. Con suerte, podías disfrutar de unas botas cada temporada, si resistían a la dureza de campos de tierra sin tierra en muchos casos. En la actualidad, con terrenos de juego con césped artificial en mejor o peor estado, donde el calzado no sufre tanto, sorprende ver a jugadores de corta edad estrenando botas cada dos o tres partidos.

Será cosa del fútbol moderno, pero para mí estamos fallando a la hora de comunicar a los jóvenes deportistas muchas cosas. Recuerdo que había un entrenador que nos ‘obligaba’ a llevar las botas limpias el día del partido. Y repito que antes se jugaba en campos que con dos gotas estaban embarrados. Hoy se dan casos en los que no se quiere entrenar en determinadas instalaciones porque se manchan la botas.

Odio el fútbol (base) moderno porque ahora quienes juegan tienden a no saber valorar todo lo que se les ofrece. Terrenos de juego de césped artificial que no conlleva que cada caída suponga jugársela para evitar llegar a casa herido.

La modalidad de fútbol 7 en categorías de iniciación que permite a los jugadores disfrutar del juego en cualquier momento, con la posibilidad de sustituciones masivas sin restricciones, es un gran avance, aunque en realidad parezca lo contrario. Antes, quien estaba en el banquillo (y se jugaba a fútbol 11 desde bien pequeños) tenía que esperar su turno, que no llegaba como pronto hasta el segundo tiempo.

Sin embargo, la gestión de los egos y las frustraciones eran distintas. Hoy en día, a las primeras de cambio, hay familiares reclamando más minutos. Sí, porque éste es otro de los males del fútbol base moderno, si no conseguimos reconducir la situación. La participación de los adultos en el juego hasta el punto de condicionar el desarrollo de sus hijos.

Hace años era raro ver a progenitores o familiares en los entrenamientos e incluso en los partidos. Sin duda, jugar con ‘afición’ es muy atractivo para los más pequeños. Pero para convertir algo estimulante en negativo para la práctica y el objetivo que ha de perseguir el deporte base únicamente basta rebasar una delgada línea roja, la que convierte a padres y madres en aficionados radicales o hooligans de sus hijos.

Odio el fútbol (base) moderno porque duele ver que intentamos reproducir lo que contemplamos en el fútbol profesional en campos donde lo que debe imperar es la diversión y la formación, la enseñanza y el aprendizaje de valores.

Formadores y familias somos responsables de todo esto. Evitar intentar alcanzar sueños y metas propias a través de los jóvenes deportistas es fundamental desde mi punto de vista para cambiar las cosas.

¿Eso quiere decir que no se puede soñar? Ni mucho menos. ¿Quién de pequeño no tiene sueños grandes? Hay deseos fundamentales para el ser humano y gracias a ellos el mundo es hoy lo que es. Por este motivo hay que tener claro y trasladar correctamente que a veces se cumplen, pero en otras muchas, no.

Así, considero fundamental transmitir a los jugadores que se inician en un deporte tan global y mediático como el fútbol que hay sueños por los que merece la pena luchar. Pero siempre con los pies en el suelo y sabiendo que, por pura estadística, en el deporte se pierde más que se gana, y son pocos quienes llegan a cumplir el sueño de ser jugador profesional (muchos menos los que juegan en Primera y menos aún los que lo hacen en un equipo de primer nivel).

Yo intento transmitir eso al grupo con el que me toca trabajar cada temporada. Reconozco que si me dan a elegir, me interesan más las personas que los buenos  jugadores. Igual estoy equivocado, pero duermo mejor así. Creo que es mucho mejor ser realistas y trabajar desde el inicio el peligroso mundo del éxito y del fracaso, para evitar crear juguetes rotos en el futuro.

Y todo esto no tiene nada que ver con no ser competitivo en un deporte que al ser federado y basarse en campeonatos donde los partidos se pierden, se empatan o se ganan te obliga a competir. Pero hay muchas formas de competir. Cada categoría tiene sus circunstancias, sus metas. A cada edad, a cada etapa, lo que corresponde.

El amor por el deporte, el compañerismo, el respeto al propio equipo, al contrario, a los árbitros, a las reglas del juego; el afán de superación individual y colectiva (ya que estamos en un deporte de equipo) han de estar por encima de un marcador. Es mi forma de entender esto.

Y llegados a este punto, después de haber puesto sobre el papel pensamientos y en cierto modo experiencias vividas, me pregunto: ¿Realmente odio el fútbol (base) moderno? Pues va a ser que…

Artículo publicado primero en La Voz del Sur (9/8/2021).

Por Carlos Alberto Cabrera

Periodista en tiempos revueltos... Apasionado de la comunicación y el deporte. El fútbol me ayudó a aprender geografía y sobre la vida. Técnico Deportivo de Fútbol-Nivel 2 Académico (~UEFA A). Formador de fútbol base.

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